- Las personas con un sueño profundo y sin interrupciones experimentan tasas más bajas de hipertensión arterial, diabetes, obesidad y otras enfermedades crónicas.
- El tratamiento del síndrome de apnea hipopnea del sueño (SAHS) evitaría 18.000-25.000 accidentes laborales/año.
- Se calcula que el coste médico total anual del paciente con apnea ronda los 3860 euros.
- El Test de Epworth se utiliza para evaluar de forma subjetiva el nivel de somnolencia de una persona.
En España se duerme de media una hora menos al día que en el resto de los países europeos y un tercio de la población padece problemas relacionados con el sueño. Los trastornos del sueño suponen un factor de riesgo y que precipitan enfermedades neurológicas, cardiovasculares, diabetes u obesidad. Los trastornos del sueño son un amplio grupo de enfermedades, más de cien, que ocurren mientras dormimos y que afectan, de manera crónica, hasta al 20% de la población, alterando el desarrollo habitual del ciclo sueño-vigilia y constituyendo en la actualidad un problema importante de salud pública. Algunos trastornos del sueño pueden ser muy graves e interferir con el funcionamiento físico, mental y emocional del individuo.
El síndrome de apnea hipopnea del sueño (SAHS) es el más frecuente de los trastornos respiratorios que se producen durante el sueño y se define como “un cuadro de somnolencia diurna excesiva, trastornos cognitivo-conductuales, respiratorios, cardiacos, metabólicos e inflamatorios secundarios a episodios repetidos de obstrucción de la vía aérea superior durante el sueño”. El SAHS se considera un problema de salud pública en general, y laboral en particular, debido a las consecuencias clínicas como la excesiva somnolencia diurna y descenso de la atención y/o concentración y por tanto, un aumento de la siniestrabilidad. Está relacionado con un deterioro de la calidad de vida, hipertensión arterial, diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares (anginas de pecho, infartos, insuficiencia cardiaca, arritmias…), enfermedades cerebrovasculares, por lo que disminuye la esperanza de vida en los pacientes que la padecen.
El SAHS es responsable de un número importante de accidentes de tráfico, laborales y domésticos. El riesgo de sufrir un accidente de tráfico en estos pacientes es 6 veces mayor que en la población sana causando, aproximadamente, 40.000 accidentes al año. El 30% de los accidentes se relacionan con somnolencia durante el día. Se debe puntualizar que los accidentes de pacientes con SAHS son además más graves pues suelen ser frontales, a mayor velocidad y sin frenado previo. Por todo ello, se puede decir que uno de los colectivos profesionales más sensibles es el del transporte. El tratamiento del SAHS evitaría 18.000-25.000 accidentes laborales/año. Dadas las repercusiones que esta enfermedad tiene sobre la salud, productividad laboral y su incremento del riesgo de accidentes, es posible que en un futuro sea mandatorio descartar un SAHS en los exámenes de salud realizados a los trabajadores de diferentes empresas.
Los síntomas principales son el ronquido, las pausas de la respiración presenciadas por la pareja con despertares con sensación de ahogo y una tendencia a dormirse involuntariamente ante situaciones inapropiadas, como por ejemplo en el cine, conduciendo o incluso comiendo. Además pueden aparecer otros síntomas asociados como sensación de sueño poco reparador, dolores de cabeza por las mañanas, dificultad para la concentración, cansancio, cambios de humor, irritabilidad, disminución del rendimiento profesional y en los estudios, apatía, pérdida de memoria o disminución de la libido, por ejemplo.
Los principales factores de riesgo asociados con el SAHS son la edad, el sexo masculino y un índice de masa corporal por encima de la normalidad. Otras variables que influyen en la aparición o en su agravamiento son el alcohol, tabaco, sedantes e hipnóticos, enfermedades neuromusculares, hipotiroidismo y la posición en decúbito supino durante el sueño.
Es importante basar su diagnóstico en pruebas objetivas: poligrafía/polisomnografía, estudio radiológico y clínico. El tratamiento debe estar basado en el origen de la obstrucción y debe ser individualizado para cada paciente en función de los resultados de las pruebas realizadas. Va desde medidas de higiene del sueño hasta la cirugía a distintos niveles, pasando por los dispositivos de avance mandibular o la CPAP (presión positiva continua en la vía aérea).